La depresión es un estado que ha afectado al ser humano
desde la antigüedad. De acuerdo con información de la OMS daña a más de 350 millones de personas al rededor del mundo provocando aproximadamente un millón de suicidios al año.
Al principio se conocía con el vocablo melancolía y más
tarde, en 1725, el médico Richard Blackmore utilizó por primera vez el término
depresión, vigente hasta el día de hoy.
Fue desde la antigua Grecia que se le reconoció como
enfermedad y con el pasar del tiempo se establecieron elementos capaces
de medir su grado y tipo:
El inventario de
depresión de Beck (BDI) es uno de los elementos más utilizados en el mundo
para determinar la gravedad de la depresión. La versión original de este
inventario se basa en la propia descripción del paciente con respecto a
diferentes términos relacionados como culpa, ánimo, pesimismo, etcétera. Cada uno se valora de cero a tres para
alcanzar un total de 63 puntos.
La escala de Hamilton
para la depresión (HAM-D)
Ésta evaluación fue diseñada para aplicarse a pacientes
previamente diagnosticados con depresión, para evaluar cuantitativamente la
gravedad de los síntomas y valorar los cambios que ejerce el paciente. El Instituto de salud mental de EUA
recomienda utilizar la versión de 17 ítems (4 ítems menos que la versión
original). Cada pregunta tiene entre tres y cinco posibles respuestas, con
puntuaciones de 0-2 y 0-4, con un total que va de 0 a 52 puntos.
La escala de clasificación de la depresión de Montgomery Asberg
Esta escala se publicó por primera vez en 1979, consta únicamente de 10 ítems para evaluar los síntomas y la gravedad del padecimiento. Existen varias versiones auto-aplicadas pero es recomendable que sea un clínico quien se encargue de su aplicación e interpretación. Contiene cuestiones acerca de tristeza aparente, tristeza referida, tensión interna, disminución de
sueño, disminución de apetito, dificultades de concentración, laxitud (pereza), incapacidad para sentir,
pensamientos pesimistas y pensamientos suicidas. La puntuación va desde los 0 hasta los 6 puntos y para evaluarlo, el clínico puede utilizar información de terceros además del paciente. A diferencia de la escala de Hamilton, esta no evalúa la ansiedad.
Con respecto a estas tres escalas de evaluación existen varias desventajas, principalmente debido a que fueron diseñadas hace muchos años y es complicado adaptarlas a nuestro medio, además de lo limitado que parece el cuadro clínico de la depresión. Tomando en cuenta la gran problemática que esta enfermedad nos representa, considero un tema de vital importancia el de lograr aplicar evaluaciones completamente funcionales y exitosas en lo que respecta al diagnóstico de la depresión. Recordemos que si bien, algunas veces es tan sencillo como esperar al paciente solicitar el tratamiento a su padecimiento, otras veces, sobre todo en los niños, es sumamente difícil detectarla.
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